una voz tenue como la soledad
POR JOSÉ ANTONIO LABORDETA
Sin grandes gritos, con el silencio humilde de los poetas, Antonio Pérez Morte, de Zuera, a orillas del Gállego —ese rio bravío que desciende desde los altos valles de Tena y Panticosa— ha venido, desde ya mucho tiempo, uniendo las palabras, los versos, los poemas. Y yo he sido testigo. Testigo de su voz creciendo hacia persona, desde niño, desde aquél lejano homenaje a Miguel Labordeta hasta este maduro “Brotes”, que ahora espera ya, por fin, definitivamente, su salto hacia adelante, a la luz de la imprenta, al contacto final de los lectores en ese duro trance de dejar de ser un inédito —repleto siempre de esperanzas— y la realidad final del encuentro con otras voces diferentes y que leen los poemas, no con tu entonación y armonía, sino con otra voz y otras melodías. Por fin Antonio Pérez Morte va a dejar de ser un ser humano que pasea por Zuera sus silencios íntimos para que tú, lector, lo sobrecojas en tu seno y lo leas apaciguadamente y en silencio.
Porque en silencio y apaciguadamente hay que leer la poesía de Antonio. No es un poeta de épicas resonancias, sino, por el contrario su voz se hace queda y silenciosa cuando habla de amor o le dice al mar:
Porque en silencio y apaciguadamente hay que leer la poesía de Antonio. No es un poeta de épicas resonancias, sino, por el contrario su voz se hace queda y silenciosa cuando habla de amor o le dice al mar:
“He venido a tu orilla a desnudarme,
a dialogar a solas con la roca
golpeada como por esta tarde.
He venido conmigo a consolarme!
… a escucharte mar, tan mar gimiendo!”
a dialogar a solas con la roca
golpeada como por esta tarde.
He venido conmigo a consolarme!
… a escucharte mar, tan mar gimiendo!”
y que por cierto habría que preguntarse ¿por qué ahora a tantos poetas de esta tierra adentro el mar les sirve para liberarse, quizás de las cadenas de la piedra, el cierzo, los páramos tan secos y brutales?.
“Brotes” es un libro lento, doloroso, donde la voz del poeta clama por el silencio, la tortura de sus propias vivencias. Y se guarda las quejas porque piensa que su dolor no debe trascender mas allá de las palabras: “Son ocho años muriéndote a pedazos tan por dentro…” Y es duro, en un paisaje tan duro como es este del valle del Ebro, atravesando Zaragoza y sus aledaños, saber que un solitarios escribe versos tremendos de amor, de nostalgias, de silencio.
Antonio Pérez Morte es una de esas islas de aire, que en mitad del páramo, trae consigo la caricia de la brisa del mar —otra vez la llamada marina— capaz de socorrerte cuando la brutal capacidad de los secanos o de las huertas de maíz azacanadas, te intentan sucumbir bajo sus olas.
Lector, toma en el silencio de la tarde o en el cobijo de la humilde noche, la tenue voz de Antonio Pérez Morte y entiéndele en su conocimiento. Su voz es un faro de luz en mitad del abrojo, de la ontina, del crepúsculo roto a sacudidas. Una nueva palabra ha comenzado a caminar.
¡Aleluya!
“Brotes” es un libro lento, doloroso, donde la voz del poeta clama por el silencio, la tortura de sus propias vivencias. Y se guarda las quejas porque piensa que su dolor no debe trascender mas allá de las palabras: “Son ocho años muriéndote a pedazos tan por dentro…” Y es duro, en un paisaje tan duro como es este del valle del Ebro, atravesando Zaragoza y sus aledaños, saber que un solitarios escribe versos tremendos de amor, de nostalgias, de silencio.
Antonio Pérez Morte es una de esas islas de aire, que en mitad del páramo, trae consigo la caricia de la brisa del mar —otra vez la llamada marina— capaz de socorrerte cuando la brutal capacidad de los secanos o de las huertas de maíz azacanadas, te intentan sucumbir bajo sus olas.
Lector, toma en el silencio de la tarde o en el cobijo de la humilde noche, la tenue voz de Antonio Pérez Morte y entiéndele en su conocimiento. Su voz es un faro de luz en mitad del abrojo, de la ontina, del crepúsculo roto a sacudidas. Una nueva palabra ha comenzado a caminar.
¡Aleluya!
BIOGRAFÍA POR ANTÓN CASTRO (Heraldo de Aragón, 14/3/2013)
"EL POETA DEL AMOR Y DE TODAS LAS HORAS" (ANTÓN CASTRO)
"EL POETA DEL AMOR Y DE TODAS LAS HORAS" (ANTÓN CASTRO)
(Zuera, Zaragoza, 1960-Sabiñánigo, Huesca, 2013)
Antonio Pérez Morte siempre ha estado en el camino de la creación. Desde muy joven. La palabra soñador se adapta bastante bien a su perfil: ha sido un soñador, un poeta, un palabrista y un cultivador de la amistad, de día y de noche, a golpe de carta y de teléfono primero, luego mediante el email, el blog y el facebook. Ha sido un poeta desvelado, un articulista, un melómano, un biógrafo (por aquello de la proximidad y de su fascinante personalidad, uno de sus aragoneses favoritos era Odón de Buen, fundador de la Oceanografía en España y buen memorialista y viajero), y desde bien pronto, quizá antes de la adolescencia misma (cuando tenía como maestro a Abel), sintió la llamada de la poesía.
Antonio Pérez Morte se sentía, por encima de todo, poeta. Se veía, se adivinaba poeta. Empezó a publicar pronto: ‘Arrancado del silencio’ fue su primera plaquette, a las que siguieron libros que él iba cuidando con primor: ‘Sombras incompletas’, ‘Un paso más’ o ‘Huellas’, que recogería en un único título: ‘Arrancado del silencio’ en 1982. Estos poemas fueron glosados por figuras tan distintas como Luciano Gracias, Guillermo Gúdel o Manuel Pinillos, del grupo Niké; y sus versos encontraron las voces de Luis del Olmo, Pilar Delgado o Paco Valladares. Por aquellos días, el poeta autodidacta montó una tienda muy especial de música en su localidad de Zuera, luego la amplió con juguetes y con libros, tal como han recordado sus amigos José Luis Lasala y Santiago Arranz; de algún modo, todo aquello conformaba su mundo personal, un mundo complementario a su auténtica vocación: la escritura. La poesía. En 1986, se produjo uno de esos momentos especiales en la trayectoria de Antonio Pérez Morte: Luciano Gracia y su entonces secretario y mejor amigo José Luis Melero le publicaron en la colección Poemas el libro ‘Brotes. A escasos versos de alcohol contra la tarde’, al que puso un prólogo José Antonio Labordeta, que dijo de él que poseía “una voz tenue como la soledad”, y al que José Luis Lasala, que había pertenecido al grupo ‘Azuda 40’, le hizo unos dibujos.
Aquel fue un momento de inflexión: desde entonces, Antonio Pérez Morte no interrumpiría su trabajo. Alternaría la obra de difusión, reportajes, reseñas y entrevistas con muchos autores (desde Gabriel Sopeña a Ángel Petisme o Ángel Guinda, por decir algún ejemplo) en muchos medios: ‘Andalán’, ‘El día de Aragón’, ‘El Periódico de Aragón’, HERALDO, ‘Rolde’, ‘El siete de Aragón’, ‘Turia’, ‘Qriterio Aragonés’, y tantos y tantos otros. Pérez Morte escribía en revistas de divulgación cultural, estuvo siempre comprometido con la difusión de las causas históricas de su Zuera natal, colaboraba en revistas específicas de poesía como ‘El Alambique’, publicaba poemas y no desatendía jamás su lírica. Así fueron apareciendo libros como ‘De puño y letra, 1774-1991’ (Ittakus Comunicación) y ‘Escombros’ (Origami, 2011), de los que se sentía muy orgulloso. Era el orgullo de quien se siente poeta y de quien alimenta su obra a lo largo del tiempo con la materia esencial de su propia vida.
Antonio Pérez Morte se casó con Ana Gargallo y han tenido dos hijos, Juan y Pablo, y Ana ha sido la mujer de su vida como recuerda en su último poemario, que llega con carácter póstumo, aunque es probable que él lo viese antes de su muerte tan reciente, tan inesperada, por un infarto fulminante. ‘Cuerpos de luna (canción de amor 1978-2008)’ (Celya, 2013) arranca con esta dedicatoria: “Cuerpos de Luna está dedicado a Ana, mi último y definitivo amor. A mi padre, que se fue demasiado pronto, y a mi madre, empeñada hasta la demencia en seguirle”. Antonio también se fue demasiado pronto: a los 52 años. En Sabiñánigo había encontrado un hermoso caldo de cultivo de creación, de complicidades y de tertulias con el artista Santiago Arranz y su mujer y agente Trinidad Raso; con el escritor y etnógrafo Severino Pallaruelo, la profesora Victoria Broto, el poeta Paco Grasa. La lista es mucho más extensa, aunque ese registro de afectos se ampliaba cada noche: allí, frente al ordenador, Antonio Pérez Morte contactaba con un sinfín de amigos, con escritores, con músicos, con actores, en Aragón, España y el mundo. Y así nos enterábamos de sus mitos: Ana María Drack, Julia León, María del Mar Bonet, Pablo Guerrero o Luis Eduardo Aute. José Antonio Labordeta, Ángel Petisme, Carmen París u Gabriel Sopeña, entre los nuestros. A todos les hacía llegar algunos de sus secretos, de sus pulsiones líricas e incluso el largo estado de depresión de los últimos casi dos años. Antes de fallecer, y son varios los testimonios que hemos recogido, Antonio Pérez Morte estaba radiante. Feliz. Dispuesto a dar guerra con su nuevo poemario.
‘Cuerpos de luna’ lleva un prólogo de Luis Eduardo Aute. No se conocían, pero el cantautor, poeta y dibujante dice: “Pérez Morte escribe con una muy encomiable austeridad de medios; es una escritura directa, desnuda y puntual. No se pierde en el fácil recurso de alcanzar ningún alarde de sublimación poética por lo que, a pesar de esa manifiesta, ‘involuntariedad’, la alcanza: “Vestidos de amor para su entierro, / portando mi coronas de caricias”. O bien: “Nuestro amor en la pizarra / siempre fue una ecuación de primer grado”. Dice que hay una “atmósfera de desfachatez e insolencia narrativas muy propias” de Gil de Biedma y afirma que en los poemas “no gravita el desafecto por uno mismo. Por el contrario, lo que apercibo es una irrefrenable deseo de vivir esa hermoso inocencia recuperable en la memoria... y también en la vida”. En el libro hay de todo: explosión de instantes especiales (en el campo de la afectividad de la pareja, un coito, una noche inolvidable, la apariencia de las cosas: cuándo es amor y cuando es sexo, hay numerosos y bellos despertares junto a la amada), recuerdos, memoria de tantos y tantos días, viajes, sed de belleza, constatación de la tristeza y de la melancolía, hay compromiso y rebeldía, hay soledad. Y hay, entre otros asuntos, un estupendo poema que define una época y una postura ante la vida: ‘Esta noche he vuelto a correr delante de los grises’, que se cierra así: “Esta noche, mi amor, no había dudas: / En un verso transparente, desnudo yo... y tú desnuda”. ‘Cuerpos de luna’ tiene el sabor de un testamento poético, de un autorretrato y de la crónica, casi día a día, emoción a emoción, latido a latido, de la existencia de un hombre que aspiró a encerrar todo el amor de su vida en intensos poemas.
Antonio Pérez Morte siempre ha estado en el camino de la creación. Desde muy joven. La palabra soñador se adapta bastante bien a su perfil: ha sido un soñador, un poeta, un palabrista y un cultivador de la amistad, de día y de noche, a golpe de carta y de teléfono primero, luego mediante el email, el blog y el facebook. Ha sido un poeta desvelado, un articulista, un melómano, un biógrafo (por aquello de la proximidad y de su fascinante personalidad, uno de sus aragoneses favoritos era Odón de Buen, fundador de la Oceanografía en España y buen memorialista y viajero), y desde bien pronto, quizá antes de la adolescencia misma (cuando tenía como maestro a Abel), sintió la llamada de la poesía.
Antonio Pérez Morte se sentía, por encima de todo, poeta. Se veía, se adivinaba poeta. Empezó a publicar pronto: ‘Arrancado del silencio’ fue su primera plaquette, a las que siguieron libros que él iba cuidando con primor: ‘Sombras incompletas’, ‘Un paso más’ o ‘Huellas’, que recogería en un único título: ‘Arrancado del silencio’ en 1982. Estos poemas fueron glosados por figuras tan distintas como Luciano Gracias, Guillermo Gúdel o Manuel Pinillos, del grupo Niké; y sus versos encontraron las voces de Luis del Olmo, Pilar Delgado o Paco Valladares. Por aquellos días, el poeta autodidacta montó una tienda muy especial de música en su localidad de Zuera, luego la amplió con juguetes y con libros, tal como han recordado sus amigos José Luis Lasala y Santiago Arranz; de algún modo, todo aquello conformaba su mundo personal, un mundo complementario a su auténtica vocación: la escritura. La poesía. En 1986, se produjo uno de esos momentos especiales en la trayectoria de Antonio Pérez Morte: Luciano Gracia y su entonces secretario y mejor amigo José Luis Melero le publicaron en la colección Poemas el libro ‘Brotes. A escasos versos de alcohol contra la tarde’, al que puso un prólogo José Antonio Labordeta, que dijo de él que poseía “una voz tenue como la soledad”, y al que José Luis Lasala, que había pertenecido al grupo ‘Azuda 40’, le hizo unos dibujos.
Aquel fue un momento de inflexión: desde entonces, Antonio Pérez Morte no interrumpiría su trabajo. Alternaría la obra de difusión, reportajes, reseñas y entrevistas con muchos autores (desde Gabriel Sopeña a Ángel Petisme o Ángel Guinda, por decir algún ejemplo) en muchos medios: ‘Andalán’, ‘El día de Aragón’, ‘El Periódico de Aragón’, HERALDO, ‘Rolde’, ‘El siete de Aragón’, ‘Turia’, ‘Qriterio Aragonés’, y tantos y tantos otros. Pérez Morte escribía en revistas de divulgación cultural, estuvo siempre comprometido con la difusión de las causas históricas de su Zuera natal, colaboraba en revistas específicas de poesía como ‘El Alambique’, publicaba poemas y no desatendía jamás su lírica. Así fueron apareciendo libros como ‘De puño y letra, 1774-1991’ (Ittakus Comunicación) y ‘Escombros’ (Origami, 2011), de los que se sentía muy orgulloso. Era el orgullo de quien se siente poeta y de quien alimenta su obra a lo largo del tiempo con la materia esencial de su propia vida.
Antonio Pérez Morte se casó con Ana Gargallo y han tenido dos hijos, Juan y Pablo, y Ana ha sido la mujer de su vida como recuerda en su último poemario, que llega con carácter póstumo, aunque es probable que él lo viese antes de su muerte tan reciente, tan inesperada, por un infarto fulminante. ‘Cuerpos de luna (canción de amor 1978-2008)’ (Celya, 2013) arranca con esta dedicatoria: “Cuerpos de Luna está dedicado a Ana, mi último y definitivo amor. A mi padre, que se fue demasiado pronto, y a mi madre, empeñada hasta la demencia en seguirle”. Antonio también se fue demasiado pronto: a los 52 años. En Sabiñánigo había encontrado un hermoso caldo de cultivo de creación, de complicidades y de tertulias con el artista Santiago Arranz y su mujer y agente Trinidad Raso; con el escritor y etnógrafo Severino Pallaruelo, la profesora Victoria Broto, el poeta Paco Grasa. La lista es mucho más extensa, aunque ese registro de afectos se ampliaba cada noche: allí, frente al ordenador, Antonio Pérez Morte contactaba con un sinfín de amigos, con escritores, con músicos, con actores, en Aragón, España y el mundo. Y así nos enterábamos de sus mitos: Ana María Drack, Julia León, María del Mar Bonet, Pablo Guerrero o Luis Eduardo Aute. José Antonio Labordeta, Ángel Petisme, Carmen París u Gabriel Sopeña, entre los nuestros. A todos les hacía llegar algunos de sus secretos, de sus pulsiones líricas e incluso el largo estado de depresión de los últimos casi dos años. Antes de fallecer, y son varios los testimonios que hemos recogido, Antonio Pérez Morte estaba radiante. Feliz. Dispuesto a dar guerra con su nuevo poemario.
‘Cuerpos de luna’ lleva un prólogo de Luis Eduardo Aute. No se conocían, pero el cantautor, poeta y dibujante dice: “Pérez Morte escribe con una muy encomiable austeridad de medios; es una escritura directa, desnuda y puntual. No se pierde en el fácil recurso de alcanzar ningún alarde de sublimación poética por lo que, a pesar de esa manifiesta, ‘involuntariedad’, la alcanza: “Vestidos de amor para su entierro, / portando mi coronas de caricias”. O bien: “Nuestro amor en la pizarra / siempre fue una ecuación de primer grado”. Dice que hay una “atmósfera de desfachatez e insolencia narrativas muy propias” de Gil de Biedma y afirma que en los poemas “no gravita el desafecto por uno mismo. Por el contrario, lo que apercibo es una irrefrenable deseo de vivir esa hermoso inocencia recuperable en la memoria... y también en la vida”. En el libro hay de todo: explosión de instantes especiales (en el campo de la afectividad de la pareja, un coito, una noche inolvidable, la apariencia de las cosas: cuándo es amor y cuando es sexo, hay numerosos y bellos despertares junto a la amada), recuerdos, memoria de tantos y tantos días, viajes, sed de belleza, constatación de la tristeza y de la melancolía, hay compromiso y rebeldía, hay soledad. Y hay, entre otros asuntos, un estupendo poema que define una época y una postura ante la vida: ‘Esta noche he vuelto a correr delante de los grises’, que se cierra así: “Esta noche, mi amor, no había dudas: / En un verso transparente, desnudo yo... y tú desnuda”. ‘Cuerpos de luna’ tiene el sabor de un testamento poético, de un autorretrato y de la crónica, casi día a día, emoción a emoción, latido a latido, de la existencia de un hombre que aspiró a encerrar todo el amor de su vida en intensos poemas.